Llamamos “postas” a aquellos perdigones o proyectiles cargados en grupos de dos o más cuyo peso unitario es de 2,5 gramos o superior. Si no recuerdo mal, esta venía a ser la definición que aparecía en el Reglamento de Armas años atrás pero que últimamente ha desaparecido de este texto. Actualmente las leyes autonómicas de caza sí que lo recogen como munición prohibida y precisamente con referencia a la anterior definición, en las leyes de caza de algunas comunidades autónomas, por ejemplo, se puede leer: “Se entenderá por perdigones aquellos proyectiles cuyo peso sea inferior a 2,5 gramos”; siendo por tanto las postas las de este peso o superior.
Aunque se suelen encontrar más frecuentemente en forma esférica y cargados en cartuchos semimetálicos, podemos encontrarlas también con forma cúbica, irregular e incluso formando un rompecabezas de piezas cúbicas y semicilíndricas que se adaptan a la forma del cartucho y se desplazan en un bloque por el interior del cañón para separarse fuera de éste. También encontraremos postas como munición combinada con bala en algunos cartuchos.
Esta munición otrora disparada en España contra la caza mayor sigue siendo empleada por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en muy concretas circunstancias y contadísimas ocasiones. De hecho,la Guardia Civil posee en su arsenal escopetas Franchi que en otro tiempo podíamos ver en controles de carretera, por ejemplo,pero que cada vez salen menos de los cuarteles a buen seguro por su aspecto amenazador y su munición nada selectiva y muy susceptible de provocar “daños colaterales”.
¿Pero cual es su efectividad? ¿Se puede considerar acertada la prohibición de cazar
con postas y la decisión de restringir extremadamente su uso por parte de policías y Guardia Civil?
A decir verdad no sé, o lo que es peor, ya no recuerdo cuándo se prohibió el uso de postas para cazar en España; pero es muy posible que en la historia de nuestro carpetovetónico país hayamos pasado más tiempo tirando a la caza mayor con postas que con bala, sobre todo el cazador rural dotado de una escopeta como única arma para todo tipo de caza, desde la perdiz hasta el jabalí.
Precisamente los “vicios adquiridos” con el uso de esta munición fueron causa de muchísimos fallos en la práctica de la caza por un buen número de cazadores en los años de transición del uso de las postas al uso de la bala. Y es que poco tiene que ver disparar un solo proyectil con soltar un escopetazo más o menos dirigido con una rociada de gruesos perdigones.
Con todo, algunos cazadores cuando menos poco informados, insisten en que las postas matan (mataban) más y mejor que las balas y pretenden demostrarlo poniendo como ejemplo el uso que para la caza se hace aún de ellas en países como los Estados Unidos de Norteamérica, donde el empleo de los “buckshoots” no son cosa rara. Aplicando una lógica muy discutible, aseguran que con postas al tresbolillo y de a tres en fondo, nueve proyectiles tienen más posibilidades de acertar que uno.... Y no los sacas de ahí.
La realidad es que en los Estados Unidos las postas se han empleado en el pasado más que ahora para caza de ciervos y de osos negros; pero tal uso se va reduciendo,no por una cuestión reglamentaria sino porque también al otro lado del charco se han dado cuenta de la limitada y compleja efectividad de las postas.
Las razones de la prohibición de las postas para caza en España responde a la lógica del uso: a cierta distancia de disparo, la dispersión de las postas es tal que no sólo no existen garantías de acertar en el punto elegido sino que lo más probable es que el animal quede herido, sufriendo cruelmente y sin posibilidad de ser cobrado. ¿Y qué distancia es esa? Pues tras hacer las oportunas pruebas, en torno a los 30 metros, distancia a la que es muy habitual disparar en batidas, ganchos o monterías.
Para ser realistas, con las postas se hacía buen disparo no más allá de una veintena de metros, dando en esa distancia una dispersión entre proyectiles que abarca unos 45 centímetros si no más, dependiendo de si el cartucho tiene o no taco contenedor y del choke del cañón empleado. Ese diámetro abarcado es ideal para impactar la zona de la caja torácica de un jabalí, por ejemplo; pero más allá la dispersión se abre de forma exponencial conforme más metros median entre la escopeta y el blanco.
La cuestión segunda es saber si, ignorando su dispersión y suponiendo que algunas postas alcancen zonas vitales, su energía será suficiente para conseguir una muerte rápida sobre un animal de cierto porte, léase jabalí o ciervo.
A este respecto, de nuevo nos encontramos con que la diferencia la marca la distancia de disparo.
En pruebas de disparo hechas sobre tablas de distintos espesores y materiales colocadas a 40 metros, las postas no traspasaron el blanco en la mayoría de los casos por lo que deduzco que, si bien tienen un notable alcance, pierden energía en muy pocos metros. La fuerza del impulso inicial se reparte entre ellas, de forma que la energía de un solo proyectil (bala) hay que dividirla en este caso entre el número de postas que carga el cartucho. Conociendo la energía de una bala equivalente en gramos al peso de las postas, la cuenta es sencilla y basta dividir los julios de energía entre las postas disparadas. Por si esto fuera poco, las postas, como todo proyectil masivo y lento, tienden al rebote y también a alcanzar distancias considerables con una trayectoria bastante.errática y siempre en dispersión, por lo que el riesgo de eso que la gente tiene la mala costumbre de llamar “accidente de caza” aumentaba enormemente y en los tiempos de Maricastaña no fueron pocos los casos de cazadores alcanzados con postas disparadas por compañeros de cuadrilla.
Tuve la oportunidad de probar, hace ya muchos años, el efecto de uno de estos cartuchos sobre la lámina de agua de un embalse de unos 300 metros de largo y pude ver cómo algunas bolas casi alcanzaron a cruzarlo, deduzco que alguna de ellas rebotando sobre la superficie (¿). Ni que decir tiene que se me pusieron los pelos como clavos y que experiencias como esta o similares son absolutamente desaconsejables, además de estar prohibidas en nuestros días.
En resumen, las postas se dispersan rápidamente y son poco penetrantes. Si en el pasado se mató mucha caza con esta munición no se debe a su poder letal, sino a que fue muy utilizada a las distancias en las que se aceptaba que debía dispararse una escopeta, dejando además no poca caza mal herida y sin esperanza de cobrar.